De manera anecdótica hay un artículo de fuente desconocida en internet, titulado “Cosas que dicen los hombres que más odian las mujeres”. En él mencionan que la expresión más común, aunque sarcástica, es: “Yo tengo la culpa de todo, perdón por todo. ¡Soy el culpable!”.
Como la mujer quiere que el hombre entienda las razones de su dolor y que reconozca su error, ellos pronuncian estas palabras; sin embargo, es en muchas ocasiones solo de labios para afuera, porque realmente no están interesados en conocer los sentimientos que están afectando a su pareja.
Cuantas veces probablemente hemos obrado de la misma manera en nuestras relaciones disculpándonos para evitar la incomodidad del momento o para no generar una discusión, sin realmente analizar cuánto en realidad pudimos lastimar a alguien, como nuestro esposo, hijo o amiga … ¿Qué herida tan grande le pudimos ocasionar?
Por ello es de vital importancia comprender el corazón de la persona que amamos más que lo que decimos. Esto mismo sucede con nuestra manera de arrepentirnos ante Dios. Al cometer un pecado en muchas ocasiones intentamos minimizarlo considerando que es muy común o que la otra persona tuvo la culpa para obrar pecaminosamente, y muchas otras veces, ni siquiera lo hemos identificado; luego solemos confesarlo de manera general y superficial diciendo “Dios, hice todo mal, soy un pecador, purifícame con la sangre de Jesús, amén”; y terminamos la conversación con un punto final, sin siquiera haber analizado nuestra desobediencia, que tanto pudo haber afectado a otros, además de a nosotros mismos, y por supuesto de manera trascendental la desobediencia a nuestro Dios; así pues, hacemos una oración llena de palabras elegantes, formales y espirituales pero vacías, donde no hay una lamentación genuina por haber hecho doler el corazón de Dios con nuestro pecado.
Recordemos que el verdadero arrepentimiento únicamente es posible a través de la sabiduría y el conocimiento íntimo de nuestro Dios; pues el conocerlo verdaderamente nos permitirá identificar claramente nuestros errores para ser guiados en arrepentimiento y poder confesar correctamente nuestro pecado de forma detallada, ¿y por qué detallada? Porque es cuando comprendemos la profundidad de nuestra transgresión, de nuestra desobediencia, de tal forma que nuestro corazón y espíritu sean contristados, al grado de tener el firme deseo y meta en nuestro corazón, de no volver a cometer el mismo pecado que ofende a nuestro Dios y nos separa de Él, robándonos el gozo y la paz.
1ra Juan 1:9
“Si confesamos nuestros pecados Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.”
Cuando la confesión es incompleta y errónea, no permitiremos que su justicia nos cubra, no restauraremos nuestra comunión con nuestro Padre y no veremos sus bendiciones en nuestra vida.
Salmos 51: 1-2
“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado."
Por eso hagamos de cada día, una constante adoración, poniéndonos a cuenta con nuestro Salvador, vayamos con un corazón contrito y humillado que Él no rechazará, acercándonos confiadamente a los pies de Cristo, nuestro gran sumo sacerdote que comprende perfectamente nuestras debilidades y luchas, que conoce nuestro corazón y es capaz de perdonarnos por completo y santificar nuestras vidas.
Isaías 1:18
“Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuentas: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana."
En el amor de Cristo, con todo mi cariño.
Mily Rodriguez
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