Santiago 4:5-6
“¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”. RV60
Cuando yo tuve un encuentro con la gracia de Dios estaba sumergida en un mundo lejos de Él. A pesar de ser cristiana desde pequeña, haber tenido un llamado e incluso haber estudiado en el seminario me encontraba enojada con Dios, frustrada por que mi vida no era lo que yo quería. Frustrada porque en todo lo que había deseado sentía que siempre recibía un no por respuesta. Frustrada porque mis sueños no se cumplían y sentía que me esperaba una vida de desdicha si obedecía a Dios. No me había dado cuenta que durante años yo deseaba hacer mi voluntad, y sólo le creía a Dios si su voluntad era mi voluntad. Y cuando ambas empezaron a ir por caminos separados, entonces sufrí y me alejé; y cada decisión de mi vida me iba llevando en una espiral descendente hacia un abismo cruel al que ciegamente seguía avanzando debido a mi orgullo y mi soberbia.
Había escuchado muchas veces de la gracia de Dios pero no había tenido un encuentro con ella hasta aquella noche, en que estaba totalmente destrozada después de años de estar luchando contra Dios, contra la vida, contra Satanás y contra mí misma. Lastimada y abandonada me encontraba sola y llorando, sintiéndome sin esperanza. Esa noche, que sentía que mi alma se desprendía de mi cuerpo debido al dolor intenso que sentía, esa noche tuve un encuentro con Su Gracia. Ya no me quedaba nada ni nadie, mi enojo, mi orgullo y mi soberbia estaban rotas… y en esa condición fue cuando lo vi. El poder de su gracia y de su amor fue sobrecogedora. Tirada en el piso llorando sentí sus brazos alrededor de mí, y entonces lo supe, él siempre estuvo ahí, a mi lado, y a pesar de mis decisiones destructivas él nunca se fue. En silencio esperó el momento para que yo volviera a él. No hubo reproches, no hubo condenación, no hubo regaños, no hubo rechazo… Sólo hubo GRACIA.
Sobrenaturalmente sentí que la vida volvía a mí, que había nuevamente esperanza, sentí su amor inundar mi ser y entonces creí, creí con todo mi ser en él… y mis pasos y mis decisiones empezaron a cambiar, empecé a subir esa espiral, empecé a caminar con Dios y amar su voluntad, empecé a comprender por su Espíritu que mora en mí que me ama y su voluntad siempre será lo mejor para mí. Empecé a apasionarme por obedecerlo.
Querida, la gracia de Dios no es algo que se sabe, es algo que se vive.
¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?
A veces pensamos que nosotras tenemos que hacerlo todo, y no permitimos que el Espíritu Santo entre en nuestras vidas y confiar en Él para que haga los cambios necesarios. No sabemos como rendirnos al Señor y confiar en Él. ¿Cuántas veces no sólo has querido cambiarte a ti misma sino también cambiarlo todo, y a los que te rodean? Aún estando en Cristo, muchas veces cedemos al deseo de control, nos soltamos de la gracia y queremos cambiarlo todo, aquello que creemos es la raíz y la causa de nuestros problemas, hasta que agonizamos de frustración.
Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”. RV60
PERO ÉL DA MAYOR GRACIA
Jari (χάρη), la palabra en griego para gracia. Una definición que tal vez muchas conocemos es “favor inmerecido”, y es una buena definición. Pero la gracia es mucho más que eso. La Biblia Amplificada dice que gracia es el poder del Espíritu Santo capacitándonos para someter la tendencia pecaminosa que existe en cada uno de nosotros.
La tendencia de ser como esposas infieles buscando ayuda de otros en lugar de nuestro marido, buscando ayuda de otros en lugar de Dios, tener amores ilícitos del mundo como la belleza, la vanidad, el dinero, la autosuficiencia, la falta de auto valoración, el auto desprecio, el auto castigo, o el orgullo, la soberbia; la tendencia pecaminosa de darle la espalda a Dios y confiar en nosotros mismos o en otros, en lugar de sencillamente pedirle a Él que satisfaga nuestras necesidades. Esa es la tendencia de la carne y no la manera en la que Dios quiere que reaccionemos.
Amada, la gracia mueve montañas. La gracia es más que favor inmerecido. La gracia es poder de Dios.
En cualquier momento que empecemos a progresar edificando el reino de Dios, el enemigo vendrá a atacarnos. Cada victoria que ganamos en Cristo debemos estar preparados para defenderla.
Gracia equivale a Poder.
¿Tienes luchas debido a los cambios que se deben hacer en tu personalidad?
¿Te has sentido frustrada y confundida tratando de creer, tener fe, confesar, y hacer todas las cosas correctas para producir cambios en ti y en tu vida, los cuales parecen que nunca ocurren?
¿Te has preguntado, por qué si estás haciendo todo correctamente, por qué las cosas no funcionan?
¿Terminas más frustrada y confundida que al comienzo?
Somos impotentes para producir esos cambios. Pues el crédito y la gloria por derecho sólo le pertenecen a Él.
PERO ÉL DA MAYOR GRACIA
Si hoy reconoces que haz luchado en tus propios esfuerzos por lograr un resultado, aún cuando hayan sido cosas buenas como leer la Biblia y tratar de obedecerla perfectamente, pero no has logrado resultados, pues hoy te das cuenta que nada depende de ti… Sino todo depende de él, pues es él quien da mayor gracia… Si hoy quieres entrar a una vida que sea transformada por gracia y vivir esa vida abundante que él prometió por él, no por ti…
Si hoy quieres vivir bajo la gracia de Dios y no bajo la ley… amada, ponte de pie y entreguémonos a Dios dándole sólo a él toda la gloria y el crédito que por derecho le pertenecen. Que de él dependamos, que en él nos sostengamos y no hagamos nada por buscar un resultado, sólo hacerlo por agradecimiento a su gracia.
Las amo, gracias por existir.
Leticia Alarcón